Sin duda, la conjura de los sabios es una mirada humorística y libre sobre la novela histórica, aunque para el escritor y filósofo Luis Villalón (Barcelona, 1969), su primer recuerdo de lectura no está ligado a los grandes autores de la Antigua Grecia, pese a ser este el tema central de su obra literaria, sino a «Raíces«, de Alex Haley, una novela que marcó a una generación y que el autor recuerda con especial cariño.
A partir de ahí, y con los años, Villalón ha logrado convertirse en una voz única dentro del género histórico. En su nueva obra, La conjura de los sabios, presentada recientemente en el programa ‘Página Dos’, el autor vuelve a mostrar su característico estilo poco convencional para relatar historias del pasado.
Un enfoque poco solemne
Villalón ya mostró en su anterior novela, El cielo sobre Alejandro, una visión refrescante de la novela histórica. Evitó la épica tradicional y las narrativas rígidas, sustituyéndolas por personajes complejos y giros inesperados. En La conjura de los sabios, Villalón retoma esta tendencia, otorgando un lugar destacado al humor en un contexto tan serio como la Grecia del siglo VI a. C. “La novela histórica no debe ser siempre solemne ni sobria”, afirma Villalón, quien ha construido una historia que, lejos de las formalidades académicas, se asemeja a una picaresca griega o, en términos modernos, a una «road movie» de la Antigüedad.
La trama sigue a dos ladrones en busca de un misterioso tesoro: un caldero de tres patas adornado con piedras preciosas, una reliquia legendaria que pasó por las manos de los célebres Siete Sabios. En su periplo, los protagonistas se ven inmersos en intrigas de espartanos y lidios, presencian la revolución de Licurgo, el asedio de Mileto, los míticos juegos olímpicos de Elis, y enfrentan la amenaza de los piratas. Cada uno de estos elementos históricos es abordado desde una perspectiva que mezcla rigor y creatividad, logrando que la narración sea a la vez educativa y entretenida.
Los referentes y la influencia de los clásicos
Villalón no esconde su admiración por los clásicos griegos, citando en varias ocasiones a autores como Homero, Tucídides, Sófocles, Platón, y Aristófanes. Según él, toda la sabiduría y lecciones morales necesarias para el ser humano moderno ya se encuentran en los textos de estos autores. Sin embargo, su estilo y enfoque narrativo también reflejan la influencia de escritores más cercanos en el tiempo, como Charles Dickens, Alejandro Dumas, Emily Brontë o Robert Graves. Este cruce de referencias entre lo clásico y lo contemporáneo aporta a sus obras una frescura y dinamismo poco habituales en el género histórico.
Una historia contada con humor y ambigüedad
La conjura de los sabios comienza con una escena que deja clara la intención de Villalón de romper con la solemnidad: dos personajes disfrazados de plañideras intentan llevar a cabo un robo.
El relato, narrado en primera persona por uno de los ladrones, recuerda las aventuras de ambos en un tono irónico y desenfadado.
“Eumeo solía quejarse de que siempre era yo quien decía qué hacer, cuándo y cómo. Es lógico que sea así, puesto que soy el más inteligente de los dos. Eso es algo que a él le cuesta reconocer, precisamente porque no es inteligente”, dice el narrador, en una muestra del humor que impregna la obra.
Villalón no solo busca entretener; también aporta al lector una perspectiva histórica minuciosa. Cada elemento de la vida cotidiana, desde las vestimentas hasta los alimentos y las costumbres de la época, está cuidadosamente documentado. Para el autor, esta labor investigativa es fundamental, aunque reconoce que en ocasiones las fuentes pueden ser contradictorias o incompletas, lo que abre espacio a la imaginación.
Con La conjura de los sabios, Luis Villalón demuestra nuevamente que la novela histórica puede ser una ventana al pasado sin dejar de ser accesible, divertida y rica en matices. La Antigua Grecia cobra vida en sus páginas de una manera cercana y humorística, recordándonos que, incluso en un mundo tan distante y diferente, la humanidad conserva una esencia universal que trasciende el tiempo.